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viernes, 6 de agosto de 2010

Para variar y desvariar

Por Juan José Toro.
Columnista Invitado.


Si usted tuvo la gallardía de leer a Cortázar, seguro sabe de qué hablaré, digo, de cronopios, famas y esperanzas. De él, de mí, de usted; no importa el orden.
Los cronopios viven la vida con vehemencia, son conscientes de su mala suerte (normalmente la tienen), pero disfrutan de ello. Viven al margen de la importancia, son poco convencionales y descuidados. Vale rescatar que los tienen destellos de famas, pero son mediocres en su intento.


Los famas son meticulosos, perfeccionistas y  fríos en cuanto a sentimientos. Viven del orden, de la importancia y la formalidad.
Los esperanzas son sedentarios, como estatuas, hay que ir a verlos porque ellos no se molestan en hacerlo. Son simples, indolentes, ignorantes y aburridos. Aun así se dejan llevar tanto por cronopios como por famas.
Por supuesto usted tiene razón al pensar que la biodiversidad, la flora y la fauna, los sonidos y los colores; no pueden ser resumidos en tres escuetas categorías. Muy posiblemente usted piensa que alguien con las características de un cronopio debe ser un extraterrestre. Tal vez usted lea blogs serios y crea que las esperanzas y las famas son constructoras y promotoras de sociedad y vida, pensará en lo caóticamente tonto que sería el mundo sin ellos. Y sí, pienso lo mismo. Y en realidad no quiero presionarle, ni mucho menos imponerle la vida de un cronopio; usted pensará en tener una oficina y una familia con sonrisa Colgate. Ése no es mi problema. Sólo propongo que después de saber a qué diablos me refiero con estas criaturas inverosímiles, usted evalúe un poco su entorno y vea de quién se rodea, no para que lo encasille en alguna de las especies nombradas, en realidad, sólo quiero que, posiblemente por primer vez en su vida, usted sepa las características de esas personas que fortuitamente comparten a diario su entorno. Puedo apostar que, aunque crea conocer con detalles a muchísimas personas con las que comparte un saludo a diario, usted no sabe más que datos insustanciales que son desdeñables si se mira la esencia de esa persona. Me refiero a sus olores favoritos, frases remarcables y momentos memorables, qué clase de cosas mira cuando está en la calle o si prefiere las mariposas a los colibríes. Bien, únicamente eso, le propongo que se tome un momento, y se libere de morir en la ignorancia; porque no piense usted que conocer el salario o la ascendencia es lo más relevante en una relación. Pensarlo es insolencia con la vida. De igual forma, mire usted, tal vez tenga cronopios, famas y esperanzas en sus cercanías; es fácil identificarlos.

Por último, tal vez notó que no fui imparcial, que ironicé con las vidas perfectamente planeadas, que fui imbécil y visceral como un cronopio. Bueno, pues podría intentarlo, no está de más sorprenderse con el discreto encanto de las pequeñas cosas, no condenar su vida a instantes prefabricados. Hay días en que recomiendo ver más Amelie y leer más El Principito.


PD: lo siento si ahora mismo está decepcionado al no encontrar a Molina acá.  También le deseo una feliz vida, en serio.


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