Es simple, a nadie le gusta que le echen la culpa y aún menos, poseer las causas del caos. Siempre evitamos eso. No sé hasta qué punto nosotros como humanos gustemos de huir de las cosas, pero sí está claro que la resaca es la forma más innata de reconocer que queríamos cargar con la cruz de la gastritis, el dolor de cabeza y el malestar en general por medio día.
Algunas veces he tenido el singular pensamiento de que quiero tener guayabo y que si ingiero alcohol, sé que al día siguiente no iré como un judío errante quejándome por lo que hice sin decir ningún pero.
Tengo voluntad a la culpa, a ser masoquista pero reservado. A hacer las cosas que me gusta hacer pero que muchas veces generan más dolor y pesadez que cualquier beneficio. Pero así es la vida. No está escrito con el alcohol sino con la vida, porque ocurre emotiva y gástricamente... Las cosas, como buenas pruebas propuestas con autonomía, no se dejan olvidan, sino que se superan.
Todo por hoy.
Tweet