Luego de una muy compleja y larga pausa, vuelvo a este editor de texto para narrar otra experiencia de esta semana que concluye. Aprendí lo saludable que resulta dar el beneficio de la duda pero lo frustrante que es estar en la incertidumbre de conocer por partes lo que en realidad es un todo.
Como lo comuniqué anteriormente, no se sabe a qué sabe en realidad el café, hasta que se prueba frío y sin acompañante. Las cosas como son no se aprenden con añadiduras o adornos que en realidad no sirven para nada.
Todo esto empieza a complicarse realmente cuando vemos que nuestros esfuerzos no dieron ningún usufructo. Después de tanto intentar no se consigue ninguna muestra de seguridad. Creo que muchos tendemos a llamarlo desfallecer. Probablemente, esos seres piensan que, como individuos, la sociedad les estará acompañando siempre para lidiar con sus intrínsecos problemas. Lo único que comentaría, es que un poco de sentido común no les haría ningún daño y que si pudieran poner los pies en la tierra y ver lo desagarradora que es su conducta, les haría bien, mas para no ir como Bart Simpson, haciendo daños por doquier sin siquiera percatarse del daño producido.
Otorgarle el beneficio de la duda a aquéllos que ni siquiera saben qué están haciendo, parecería un legítimo error, puesto que sería poner en trance errores de quienes no están conscientes de ello. Pero no es verdad, todos son sanos, o eso es lo que uno asumiría al ver su conducta y por ello, yo los culpo de los errores, muchas veces cínicos y perversos contra muchos. Yo no dudaría que algo debe estar pasando para que una persona haga eso, pero sí pienso más de dos veces al ver los forma en la que se forma conducta tal.
Para no poner a su persona en duda, y no tener que especular de sus motivos de acción, sólo digo esto: aíslese.
Qué sea lo que tiene que ser y punto
Feliz vida.
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