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lunes, 28 de marzo de 2011

Una de las dos partes


Conversar suele ser un acto que se realiza entre un emisor y un receptor, quienes mantienen un código parejo para entender y comprender las señales emitidas.
Muchas veces la beligerancia del mensaje cambia completamente las intenciones de la conversación. Tal vez como dice Nietzsche, una idea es magnífica y convincente pero no la aceptamos por la forma en la que ésta es dicha. Pero es diferente cuando las conversaciones, de largo alcance sólo se confieren a un agente. Un tabernáculo de preguntas inertes que sólo merecen secas respuestas y que a la larga generan frustración. Pero la vida es una simple polémica en la que las cosas no se pueden meter debajo de la alfombra, porque ella se va llenando y a la hora de hacer limpieza, no hay jabones que funcionen bien ni químicos que logren limpiar las manchas impregnadas.
A veces brotamos de las cenizas para comunicar cambios y tratar de generarlos. Pero a veces, nos dejamos convencer de simples ideas, viejas y reciclables que nunca han funcionado y el cambio que han propiciado no va más allá de una mínima magnitud. Recientemente en mi ciudad, se quieren cambiar las cosas sin escuchar, sin negociar y sólo imponiendo una actitud que genera descuido y que a la hora de las cuentas es factor fundamental para abortar todo tipo de proposición. Porque nos falta escuchar más. Debiéramos darle a nuestros sentidos función según su cantidad. Sentir siempre que podamos hacerlos, oír con ambos oídos para luego escuchar, ver por ambos ojos analíticamente y finalmente, útilizar la boca en lo mínimo para decir sólo lo que la soledad de su ubicación permita decir. Y si es por las manos, son dos, pero vienen del mismo lugar. Porque el chat es una mentira algorítmica de relaciones.
Existe un dicho que afirma que un bobo 'emboba' a mil. Más si son una masa pasiva que ni sabe que es representada o que finalmente juegan con su voz como si fuera la de todos. Ya basta de representaciones babiecas. La mayoría peleamos por la generalización, pero muchas veces la defendemos con nuestros mismo actos. No gustemos de ser como los iconos de Microsoft Network (MSN) Messenger, muñecos sin cara e iguales, con la diferencia del color que indica si como un semáforo estamos disponibles o no. Es mejor dar la cara.
Porque para hablar se necesita más de uno, y para discutir una sincronización. Y el resto, cada uno lo completa. Qué no le dejen hablando solo, puede que sea la peor de la humillaciones sentirse ignorado por los órganos que no se pueden cerrar como los oídos y quien más desgraciado que el mismo Súperyo para dedicar tal diatriba. Es mejor esperar para meditar la respuesta, que agredir con la pregunta.
Todo por hoy.
...Y sí, acepto que siento un odio cada vez más grande por el gran sistema de comunicaciones y tecnológico, aunque deba depender de él para gran parte de mi labor comunicativa... porque a quien no quiere caldo, se le dan dos tazas.  

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