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miércoles, 11 de agosto de 2010

Los años de Colegio


Este será un post que evocará los recuerdos que todos tenemos de los 'fáciles' y extorsivos años de colegio que todos tuvimos, o al menos en mi caso fue así. Es en este momento cuando estamos fuera de éste que decimos y realizamos lo fácil que fue la vida en ese lugar y que ningún problema podía desordenar el 'orden' propio que nuestro tradicional grupo de amigos lograba tener. Son muchísimas memorias. Creo que resultarían incontables y no hay códigos XML suficientes en la web como para escribir todos esos pensamientos de infancia y adolescencia que muchos tuvimos en los pasillos de un colegio y los salones clautrofóbicos de este lugar.
Creo que el colegio fue el iniciador para que en la Universidad a todos nos gustase andar en barra. Siempre quisimos violar la regla del trabajo individual, pues queríamos en parejas; pero no en binas ni de a dos ni de a tres como Faber en religión, sino que necesitábamos tener la tranquilidad mental de saber que estábamos trabajando con una persona que presuntamente sabía del tema. Lo malo era que ambos teníamos el mismo pensamiento. Así y todo, cuando era en parejas queríamos tríos and so on... Por eso el trabajo individual era en verdad invidual, compuesto por diez individuos compartiendo sus mejores respuestas para el bien común. Jamás entendí por qué los profesores detestaron este pensamiento social y de bien. Por eso estamos como estamos. ¡Carajo! Es que éramos tan cínicos que todos presentábamos la misma evaluación con los mismo errores y decíamos que no había pasado nada. Conozco un caso muy preciso de alguien que se llama como yo que le anularon su examen  por trampa, le entregaron la otra parte del mismo, volvió a sacar el 'pastel', lo entregó y después hizo el reclamo de por qué no le habían entregado la otra parte del examen. Lo mismo pasó cuando el profesor de química insinuó que yo le estaba copiando a mi mejor amigo la evaluación... cosa que... mejor me ahorro los comentarios.
El colegio, donde uno podía parafrasear cualquier idea brillante de un autor y hacerla parecer casi propia. Meterse a jugar en los computadores y despreocuparse por hacer el trabajo... cuando los amigos cuidaban la espalda en el momento de tomar la siesta aunque no pasaba todas las veces. La etapa colegial trascurre entre traumas y gozos. Personalmente odié mi primaria en la cual nos pintaron la imagen de que el profesor era una persona venerable... jajaja... y que siempre había que decirle sí a todas las babosadas que quisieran presentar. Después de quinto ya todos nos uníamos para presentar quejas y después de sexto, el terror para cualquier director de grupo. Recuerdo que en mi colegio; el semenor, tuvimos uno de los sextos y séptimos más agrestes de la historia. En el cual podíamos hacer 'boleo' de Atlas en clase de Español y continuarlo en Geografía sin que nos importarse acabar hasta con la Vírgen que estab puesta en la repisa. Además no importó gozarnos un presbítero con pinta de Buda. En séptimo nadie ponía cuidado y le importaba poco. Once se veía en el carajo.  Octavo en mi caso pasó junto a noveno con el profesor más raro... es que hasta en el nombre Aster León se veía como otro vendedor más de la tienda que de docente de religión y ética. Es que fue el tiempo de los pelmazos al frente de la cátedra sino que no quiero dar nombre. Eso no quiere decir que no hubiese buenos profesores. Jamás me atrevería a decir eso #síclaro.
Luis, Luis, Santiago y Santiago
Qué quede claro que NADIE sobre la tierra puede decir que no nos matamos estudiando. Nos quebramos el lomo llevando el sentido escuelero de muchos docentes. Ya los últimos dos años de colegio se tornaron aún más relajados. Yo no sé, pero si  hubo un año en el que pasé de lo lindo relajado fue en décimo. En Once no quedan reparos de lo que NO hicimos ni lo que dejamos de hacer porque hicimos todo los disponible para pasar bueno y hacer del tiempo otra herrmienta nuestra. Creo que fue sabiduría adquirida a través de la risa y de una vida descomplicada, cuando el estrés de una examen si mucho era de una mañana y después de eso, se puede ir de nuevo al carajo. Muchos se estresaron por una tarea de física que al final todo el mundo iba a tener, la misma, porque había que hacer una exposición como si los profesores no estuviesen quemando tiempo con uno... y las teorías matemáticas que para muchos son muy interesantes y que para otros fueron un asco. En realidad muchas experiencias, porque si usted tuvo adolescencia, debió pasar por un laboratorio de química y se soñó que volaba su colegio. Yo por lo menos siempre quise meterle un gusano a todos los computadores del colegio para dejar caído el sistema unas buenas horas... qué destructivo soy, pero no me culpen. Era meramente curiosidad.
¿Quién no se sintió más protegido que guerrillero en Venezuela cuando estaba con su grupo de amigos? Los de los últimos años... claro está, estuvieron con nosotros en toda discusión con otro profesor, en las evalucaciones individualmente múltiples, con quienes bebimos y se la montamos a los niños de primarias. Qué pasados. En fin, yo conté con LL y SS (Luis, Luis y Santiago, Santiago) y entre los cuatro y hicimos y deshicimos durante los últimos años en la institución. Me acuerdo que vi a Monto acabar con una puerta, que entre nosotros nos destruíamos las guías y los cuadernos por doquier sin importar que fuera el taller más eterno de cálculo... pero esperen.. ¿en cálculo hubo talleres? En fin, yo le agradezco a ellos porque hasta ahora he pasado los mejores días aquí en Colombia junto a ellos. Creyendo y riendo de lo que no se debe reir, yendo más allá de la disciplina propia del pensar y apoyándome inclusive en estos días recientes en los cuales mi vida parece haber perdido cualquier norte.
Si hubo problemas, creo que todos se solucionaron porque aquí estamos. Si hubo trifulcas, únicamente se quedaron en el pasado. Esos son los amigos verdaderos, aunque se conocen muchos en el camino, el colegio es como una expedición Robinson en la cual uno los conoce en el tedio de la tarea, en la felicidad del examen aplazado, en el éxtasis del festivo, en la tristeza del profesor que lo pone a uno a repetir el trabajo y en la ansiedad antes del examen del período.
Hay momentos en los cuales deseo al menos un día de colegio, sin uniforme pero con la misma simplicidad y armonía con la que solíamos atender. Vivir una 'clase' molestando mayormente al otro sin ocuparnos de quien estuviese al lado. Ignorando al profesor y conociendo enteramente al grupo. No sé si usted como lector sienta lo mismo, pero yo sí. Extraño esos días fáciles y comunes. Con tintes de normalidad pero con un tiro distinto.

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