Hay días que…
Hay días que me animan a escribir en este blog, cuyo nombre es un enemigo del contenido. Hay días en los cuales no ansío nada, ni siquiera saber qué pasa en mi rededor. Ni siquiera de querer reportar. Porque hay días.

Jamás me sería fácil comprender por qué un sol y una noche, muchas veces más clara que el mismo día, pueden cambiar con el factor tiempo mi forma de estar y sentir lo que en realidad hago. No es fácil, menos para quienes somos cíclicos, comprender el factor de querer y no poder, o poder y no querer. Porque la ambición nuestra rompe el saco. Cualquiera que me conozca sabrá a qué me refiero con ello.
Hay días que sacan la mayor de nuestra estirpe a flote. Hay días en los que nos nace cambiar al mundo por la injusticia que reina. Mandar al diablo a los árbitros por cometer esos errores que nos perjudican y que por lo general benefician a nuestro enemigo, como los Green Bay Packers. Hay días en los que no nos importa nada, si algo está por encima del bien o del mal. Todo es completamente prescindible. Prescindimos de nuestro querer y nuestro gusto, pero no podemos hacerlo de quienes somos.
Hay días en los que sentimos que el sol y la propia humanidad se han puesto de acuerdo para hacernos sonreír. No obstante, hay otros momentos en los cuales la neblina con su frío respirar evade nuestra mirada y puja ésta hacia el suelo, cosa que nos marque un día por cabizbajo.
Hay días en los que sentimos enamorarnos del mundo. Cuando con todos queremos pasar nuestro tiempo, aprender, discutir y debatir nuestros argumentos para hacerles crecer. Hay días, de esos, mis favoritos, cuando estamos con el hermano, amigo, confidente o compañero hablando de lo que no se logra hablar en un buen tiempo. Dándole paz al espíritu de ser quien es. Dándome gusto. Siendo feliz. No obstante, hay días en los cuales no queremos a nadie. Queremos una pausa. Todo es una constante solución. Lo único por lo que podía implicar en el mejor de los casos, es un abrazo sincero, que cargue y descargue la verdad de quien somos. Hay días en los que lo mejor que podemos hacer es alejarnos de los nuestros y hasta de nosotros mismos. Una hipótesis cargada de sentimiento pero de paz. Como me lo dijo una voz para la consciencia, descansar de las otras personas. Así, se toma un nuevo aire y se renueva.
Hay días en los que todo brilla por un acontecimiento futuro. Puede que se parezcan a todos mis domingos que son una larga espera hasta la hora en la que el estrés semanal hunde el botón de ‘RESET’ cuando los Minnesota Vikings salen a la cancha a hacer de mi tiempo un sufrimiento completo. Después de eso, otra semana comienza. Mi pensamiento de fin de semana sólo va alrededor de lo que pueda pasar con el ovoide, Favre, Childress, Allen, Harvin y mis ‘Purple People Eaters’. Hay días sin embargo, que ni el mejor pase de Favre, ni la mejor intercepción de Henderson ni el mejor ‘rush’ de Harvin logran cambiar un presente angustioso e incierto. Claro, todo es una tormenta… dada por una brisa descontrolada del pensamiento.
Hay días en los que hay morbo y por eso existen ganas de ver Noticias de RCN y al llorón de Protagonistas. Hay días en los que la sociedad toma la figura de un objeto más. Como lo pueden ser las personas, tiernos objetos perplejos creados por nuestros pensamientos, concretos como ellos pero que no pueden llegar a influenciar un turbio y ocupado presente.
Hay días en los que quiero escribir y hay otros en los que no quiero que sepan de mí. Hay días en los que quiero estar en casa e hibernar todo el día, en cambio hay otros que le huyo a los brazos invisibles pero muy sensitivos de mi lecho. Porque hay días que la existencia toma otro color. Hay días que la muerte toma una fuerza indómita en la cual logra destruir cualquier recuerdo de tiempo pasado y trae perversamente una idea que pasa rozagante por mi pelo, señalándome que en ningún espacio activo está la vida ida y que más fácil se rasguñan las piedras a tener el sentimiento candente del interior. Hay días en los que todo se acepta y se sigue.
Este fue un buen día.
Feliz Vida
Tweet