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viernes, 28 de enero de 2011

Diatriba a Celar.

Soy uno más de los manizaleños resentidos que odian ver a un ser en las porterías de diferentes inmuebles implantando terror y autonomía. Son pequeños dictadores desgraciados los celadores que se creen dueños de los edificios. 
Porque celar es nuestra naturaleza ♫
Hace mucho tiempo vengo diciéndole a mis amigos y conocidos que no tolero a los celadores de la 'marca' Celar. Ese azul, con ínfulas de Principito fracasado no es de mi entero pasar. 
Estoy por confirmar que en el curso para celador; si es que existe; deben dar una clase de maltrato personal, otra de lenguaje facial ofensivo y otra de amnesia visual. Explico la última debido a que con mucha frecuencia asisto a un edificio que contrata los servicios de Celar, y por lo general el mismo celador está "haciendo guardia" y olvida mi cara y mi nombre. Reconozco que muchas personas pasan por allí y que para un guardia de servicio debe ser dificil memorizar, pero en el caso de que se asista cinco de siete días a la semana, queda muy difuso saber en qué piensan, o en qué duermen.
Estos duendecillos modernos del arte de ser centinelas, cumplen como el 99% de los celadores su principio básico. Dormir en la noche. Hay que entenderlos, debe ser igual a ver a otras personas beber alcohol o para el fumador, ver a un amigo fumar y tener que abstenerse de hacerlo. Soy una persona que odia interrumpir el sueño ajeno, y por eso sólo apelo a dar pasos firmes en la silente noche para que el despertar no le sea tan dramático y traumático para nuestro amigo celador de Celar S.A.
Jamás he comprendido por qué los bancos dejan la entera responsabilidad de indicar a la señora de 90 años que llega por su pensión, por dónde debe acceder para finalmente llegar al cajero, quien tendrá la honra de decirle que aún no han consignado y que vuelva más tarde. Pero no seamos injustos, ellos solamente están cumpliendo órdenes, a su modus operandi, pero las están cumpliendo.
Nunca he tenido problemas con los señores de Vigitecol o Colviseg, o aquéllos que se visten de montañistas. Sólo con los de Celar. Porque mi universidad los emplea para que realicen una requisa de ojo todas las mañanas que jamás termina en algo útil. La misma empresa que emplea una mujer malacarosa, que requisa al entrar un metro a la biblioteca, así usted sólo haya entrado por error y ella, entonces, cree que usted ha cogido, dentro de esos cien centímetros un libro y por ende quiere confiscarle.
Porque ya no tolero más el amigo maleducado y amargado de todas las noches en el sitio de café, que con su cara de niño puberto nos echa todas las noches pasadas las nueve. Pero que alguien me explique el gorrito qué utilidad tiene. ¿Estarán a caso inspirados en la guardia real de la Reina de Inglaterra?
Por ahora me limitaré a dirigirles el saludo, antes de que ellos empiencen a lucir con su tradicional 'dignidad' de que ellos celan por naturaleza. 
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jueves, 27 de enero de 2011

Jueves.

       Al comienzo de este blog, escribí acerca de lo especial que había sido un miércoles. En ese entonces escribí un título tal como "Un miércoles como hoy". Todo ha cambiado dramáticamente, para bien y para mal. Probablemente los protagonistas ya no somos los mismo, porque estamos absortos de la cruel realidad y nos hemos dado a la pena de aceptarnos como no somos en este nuevo año. 
       Los jueves para mí han durado más de lo que traslada un día como estos comunmente en otros años. Hoy es diferente. Hoy le estamos dando cabida, mi alter ego y yo al rencor. A aceptar el desahogo cuando debe ocurrir. Los jueves hay Glee en FOX, ocurría antes el Thursday Night Football de la NFL, se mueven muchas acciones en las bolsas del mundo, se comen frijoles de almuerzo y empanas de comida en mi casa, se maldice al amanecer por levantarme temprano al igual que a los trabajadores de la construcción que queda a 50 metros de mi hogar. Los jueves como hoy no vienen inscritos en el calendario con un adjetivo que diga si fueron buenos.
        Es la presión de la vida la que nos obliga a darle un significado a nuestros días. A tomar el vicio descarado e inane de generalizar las actividades, pensamientos y desgracias cotidianos en un grupo monetario. De bueno y malo. Unas personas que nos rodean nos inspiran a botar todo a la basura, a no seguir, a vivir en medio de la indiferencia por amargos recuerdos y esclavizantes memorias de un pasado que se desvanece entre sangre y cesos. Pero también hay esos seres que nos comparten una sonrisa diaria. Que mostrando una sincera y amable carcajada nos ayudan a comparecer ante la realidad con un movimiento facil de júbilo. Ellos en últimas, se convierten en una buena razón para vivir. Prefiero una sonrisa y un abrazo de apoyo, que una actividad memorable para dejar en el escritorio y de allí jamás crecer. Yo no cambio una gallina por una canasta vieja de huevos desgastados.
        El jueves es el quinto día de la semana, el cuarto de labores en occidente. El preámbulo de un muy cuestionable y curioso fin de semana. Allí es cuando muchos botan su tiempo en actividades con otros seres. Más de uno decide tomar una actitud falsa y apuestan por ser quienes no son y finalmente es el día de empezar a madrear la rutina, la cotidianidad y lo insulso que puede resultar oír el mismo discurso de siempre. Un jueves intenso, muy intenso fue éste. Hoy no hubo pulpo paul, ni hermanos, ni partidos de mundial de fútbol. Hoy sólo hubo soledad compartida. Eso fue todo con el dolor de la incomprensión. 
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miércoles, 12 de enero de 2011

Natalicio

A mí me dijeron que hiciera a la 1:00 am del 11 de enero de 2011 un  discurso. No sé si mi audiencia recuerde lo que dije, pero permanece en mi memoria la digresión más grosera que haya hecho para cumplir con el deber del habla. Probablemente, encuentre en este hogar, mi blog, otra forma para llevarles por escrito la nada que me provoca escribir algo en este momento.
No quiero pasar por las tendenciosas y peligrosas estadísticas, ni repasar la paradoja del cumpleaños que señala las altas posibilidades de conocer a alguien que tenga un aniversario de su natalicio el mismo día y que por ende afecte la atención mediática que éste puede acomodar. En fin, dicen por ahí los desdichados de los número que se comparte el cumpleaños con cerca de un millón de personas. ¡Qué buena fiesta sería ello!
Legalmente, un día tiene 24 horas locales, pero lo que muchos no saben es que un día puede durar 28 horas si se cuenta todo su paso por la superficie terrestre. Por ende, en medio de mi afán, me gusta celebrar el mío desde el 10 de enero hasta su terminación el 11 del mismo.
Un cumpleaños es socialmente el día más ocupado del año, el día en que sentimos que nos quieren y no logramos querernos. Es un día que pasa en bruto hasta que el día expira y uno entiende por fin que después de toda la kermés, quedó tiempo para agradecer y pensar que vivir es algo grandioso. Me parecen miedosas, e inclusive tétricas, esas personas que no sienten nada por llegar a un año más de vida. Es un logro sobrevivir en las condiciones que la realidad nos ha puesto el gobierno y la existencia.
El cumpleaños es más importante que la navidad de Jesús, que el año nuevo gregoriano, que San Valentín o cualquier celebración múltiple. Es el único derecho que el gobierno NO le puede arrebatar a alguien, a poseer un día y a sentirlo.
De mi parte, fue genial. No hubo ningún pero, y me siento orgulloso y feliz por todo lo que allí, en ese largo día ocurrió. Mi natalicio, fue volver a nacer años después del nacimiento biológico. Nací para mí, nací para cambiar lo que la minoría de edad poco a poco atrofiaba.
Pronto escribiré cosas más generales y de interés del público criticón. Gentiles todos.
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domingo, 2 de enero de 2011

2010- el año de los once meses.

Nada suena más ilógico que decir que un año gregoriano dure once meses. Pero esa es mi historia. 2010. Casi que no termina ese año. Fue indescriptiblemente difícil. Confío mucho en ustedes, mis lectores, que confieso espacios y pensamientos propios de mí para poderme desahogar y con ello completar el post 99 en la historia de este blog.
Me da mucha pereza comenzar delineando los meses del año y así, como cualquier persona lo pensaría, dejar al vacío algún mes del año, que por sus acontecimientos debiera desaparecer de la memoria.
Mejor, pienso que hay algunos días que debieron ser anulados del calendario. Y serían los más festivos, porque ellos siempre me alienan en alegría y a veces, no me dejan conocer completamente. Como lo decía Tales de Mileto, que no hay nada tan difícil para un hombre como conocerse a sí mismo. Y es así como uno empieza, viendo su reflejo en la familia, en los amigos, y en algunas personas de la sociedad que le rodea.
El primer día que anularía del año, sería mi cumpleaños aunque me parece bastante injusto con mis amigos, quienes se esforzaron por hacerme pasar un rato bastante agradable en una fiesta sorpresa. Pero es un día que no me da pie para pensar en mí y en el cambio, que sicológicamente puedo afrontar. También mandaría a recoger otro 27 días, como si fuera a erradicar un mes completo. Tal como febrero.
Recojo los días de dolor intenso, en la cual la vida nos dice cuan afortunados somos de poder respirar y abro los ojos para decirme que el suicidio es el arma infame del incapaz y del cobarde. Pero también recojo cada uno de los cumpleaños de mis amigos y hermanos. En ellos, me desvivo porque pasen un buen rato y a veces me siento alienado a querer todo para ellos, de hacerles ver el mundo como quiero y a presionarlos a aceptar algo el día de su natalicio que probablemente no debieron corresponder.
Pero la lista del mes, se llena aún más con los días que desperdicié preocupándome por preocupaciones, intentando solucionar problemas míos que no arrojaron ningún producto, y perdiendo el tiempo con personas que no intentaron dar ni el mínimo de su tiempo para compartir, entender y comprender mis necesidades, como los haría con el resto de esta sociedad falta.
2010, fue un año a medias, inconcluso. Todo comenzó cuando el último día del 2009 me negaba a cambiar de año. El 2009 sin duda alguna fue el mejor año de toda mi existencia, o vida como llamarían otros, conocí las mejores personas en mucho tiempo y aprendí mucho de mí, a sobrellevar los problemas temporales y a confiar más en otros. Aunque, pienso que todo eso se revirtió en el 2010. La preparación fue incompleta, como el año que acabó de pasar.
2010 fue un año de decepciones. Decepciones amistosas y personales. De confianza y de amabilidad. De amor y esperanza. En 2010 aprendí que hay seres humanos utilitaristas que creen que el mundo gira a su alrededor. Que hay culebreros andantes que prometen el oro y el moro, pero lo único que logran es clavar el clavo cuando uno más confío. Que hay “amigos” que se lucran con la nobleza de uno. Que la sociedad es una vil mentira, en la cual todos hemos caído. En que en el 2010 no puedo confiar.
Debo ser justo y aclarar que no todo en el 2010 fue malo. Aprendí. Me conocí. Vi que en medio de la adversidad, de la soledad, y la soledad compartida había un espacio para entender que gracias a quien sea que nos haya creado somos diferentes y tenemos una personalidad qué lucir. Como lo dijo la sicóloga el penúltimo día del año; “Luis, eres una persona brutalmente inteligente, pues logras sobrellevar tu existencia en esta sociedad falsa que tu llamas sin alterar tu personalidad, sin embargo, aún no sabes hacerlo”. Creo que eso cuesta mucho y que cada vez más conozco mi área ciega. Sintonizo esa estación que no logro tener bien y comprender que son pocas las personas que sacrificarían algo por uno y harían cosas en completo desinterés. Que el apoyo de verdad es gratis y no se debe exigir pasantías para continuar una amistad.
Creo que en mis cuentas obsesivo compulsivas logro completar un mes completo, un mes para el olvido, o para el recuerdo, debido a que el resto del año, pudo pasar como cualquier otro y es así como estos están compuestos. Veremos cómo se compone el 2011. Sigo deseando felicidad, la que tanto ansío para algún día, recoger de lo que siembro.
Feliz vida. Feliz año.
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