Llevaba esperando la noche de enero 4 de
2012 por años. Decenas de meses aguardando ver en un concierto a mi ídolo
Willie Colón. De
eso trata este escrito.
No era más que una cuestión de espera y
fruición. Todo era crítico dentro del espectro del tiempo. Las preguntas
abundaban y no era el único que aguardaba por finiquitar otra de las tareas de
mi vida.
Desde que lo supe en Twitter en diciembre,
todos los días intentaba confirmar que aquel rumor sí fuera verdad y que Willie
Colón en realidad viniera a Manizales a compartir con nosotros sus grandes
canciones. Frente a mí grandes obstáculos. Policías que nunca entienden el
español de sus compatriotas y el clima sangrón de Manizales. No quería terminar
en un fiasco, aunque no me importaba mojarme y aún menos enfermarme.
Llegamos
muy temprano, pues nuestra intención era llegar a estar lo más cerca posible de
la tarima para disfrutar de las demostraciones. Esperamos, y aunque ellos se
sentaron por un tiempo, me mantuve de pie en los mismos 50cm2 por
más de ocho horas y media. No me quería mover. Fue perseverar como cuando era niño.
La
amenaza de lluvia me importunó, pero no fue suficiente para asustarme. Recurrí
a usar un sombrero que daba la empresa organizadora del concierto y con ello
guardé mi peinado y mi cara del agua. Por suerte, hubo algo de brisa y solo por
dos minutos llegó a llover fuerte.
Pasó
un ‘cantante’ que invocaba las tragedias ajenas para hacer dinero a costa de
ellas. Luego, vino Luis Felipe González. Nunca le había visto y no pensé que
fuera a cantar los éxitos de Nelson y sus Estrellas.
Fue genial. Muchas
personas desconocían su música pero yo me sabía todo su cancionero y no dudé en
cantarlo a todo pulmón. Un mensaje de alerta a mi garganta para que supiera lo
que le esperaba.
Éxitos
como La Sirena, El Canto a la Montaña, Payaso me recordaron mi infancia. Los
escuchaba por doquier. Luego, llegaron Bailaderos, El Porro, entre otros para
finalizar con El Sanjuanero. Excelente presentación. Muy amable y caballero se
mostró ante el público que ya abarrotaba la Plaza Bolívar de mi ciudad para
presenciar un espectáculo salsero.
La
lluvia arribó por primera vez, con cara de brisa larga. 30 minutos. Sin
embargo, llegó Wilson Saoko, también conocido como Manyoma a poner la sabrosura
y el picante en la tarima. Sólo necesitaba dos canciones y con eso yo tenía.
Efectivamente las interpretó: El Preso y Tú Sufrirás. Sin embargo, con él
también llegaron grandes clásicos como Los Charcos, Cachondea, El Son del Tren,
entre otros y también llevó el duelo de la muerte de Joe Arroyo al escenario y
propuso al público que interpretara Tania. Fue un momento mágico. La modestia
no es su fuerte, pero él sabe que su carrera también es bien querida en
Manizales y en Colombia.
Luego,
vino el episodio aburrido y largo de la noche. No los invocaré. Una dupla con
nombre de restaurante chino salieron al escenario a cantar sus ‘éxitos’ y otras
canciones de El General. Dragón y Caballero duraron unos 45 minutos en tarima.
Otros 45 duró el acondicionamiento de la tarima. Fueron los minutos más largos
de este joven año.
Finalmente,
llegó Willie Colón a la tarima. Primera vez en mi vida que le veía
personalmente. Fue un momento único. En lugar de gritar como la mayoría del
público, me encerré en mi propio silencio. A guardar y a agradecer por el
momento tan esperado. Él llegó muy animado a la tarima. No lo podía creer.
Comenzó por sus clásicos, luego Te Conozco Bacalao. Muchas personas gritaban
por la efervescencia del encuentro. Sin embargo, pocos conocían la canción.

Willie
esperaba que público se exasperara para comenzar a cantar y así callarle
expresamente. Su segundo éxito fue la razón por la cual me mantuve a la espera
tantos años. IDILIO. Cuando escuché su trombón entonar las melodías de mi
canción, mi piel suspiró, mis ojos se humedecieron y un extraño sentimiento se
posó en mi mente. Era sublime. El único. No llovía. No había obstáculo entre el
trombón y yo. Solo la distancia de la grandeza y mi presencia en medio de un
público boyante por verle por primera vez también. No canté. Solamente grité
con el sentimiento más puro que pude haber tenido en mi corta vida. Sentía la
fuerza de mi voz venir de mis entrañas. Invocaba un mareo, un tejido único de
sensaciones en mí. Cuatro minutos de canción que quedarán por siempre en mi
memoria.
Luego,
se abrió un ambiente navideño en la plaza. Podía ser enero, pero hicimos un ‘flashback’
para recordar el aroma decembrino que recién había terminado. Así también,
Aires de Navidad fue coreado por todos nosotros. Willie, también trajo consigo
a una hermosa Gitana y los consejos presentes de una Calle Luna, Calle Sol.
Preciosas canciones del milenio pasado. Muchos otros éxitos, que se combinaron
con el recuerdo de Héctor Lavoe. Un periódico de ayer, un cantante y otras
entonaciones en la voz de Willie, nos hizo evocar y tocar levemente al
desaparecido Lavoe. Como Manyoma hizo con Joe Arroyo, Willie lo hizo con Lavoe.
Fueron
más de ocho horas de la más plácida compañía amistosa y de las canciones con
las cuales crecí. Puedo dejar este escrito en mi frente y saber que la noche
del cuatro de enero de 2012, como pocas veces en la vida se puede, fui
completamente feliz.
A mis amigos gracias por acompañarme en esta noche memorable.