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martes, 17 de enero de 2012

Delirio de insomnio


Por: Julián Bernal 
Es un viernes como muchos, como todos. La noche impoluta avanza lerda y perezosa por la calle, matando el tiempo, matando el aire. Otra noche. Otra noche que de pronto, como el sonido de una gota, cesa sin previo aviso, y deja el sin sabor eterno del efímero tiempo.
Yo estoy sentado, enfrente de la nada, de la caja mágica, y me quedo mirando su pantalla destellante por horas, sin saber qué hacer, a quién acudir, sin poder conciliar el sueño: aquel refugio deshumanizado en el que no se tiene conciencia de la existencia.
-Dime tú, Verónica, ¿qué hacer? Tú siempre me acompañas, me miras cuando las horas de insomnio. Sonríes, hermosa, tenebrosa, y me arrullas con tu boca.
-Haz lo que te plazca -me dice Verónica- Es lo único que tienes que hacer en esta vida.
Bueno, sí. Lo único que tengo que hacer… Pero, el rumor oscuro de la noche me acelera el pecho. El infranqueable esplendor del cielo reflejado en la tierra me increpa el corazón. No sabes, vida mía, amor de mi vida, cómo he intentado disimular aquella fuerza demoledora, ese viaje sin viaje, ese fondo sin fondo, esa vida sin vida.
 -No te apures -me dice, apoyando su mano derecha sobre la otra. Mirándome intensamente- Deja que pase el tiempo. El tiempo, el tiempo y el tiempo. Todo es el  tiempo.
 ¡Qué va! Yo odio el tiempo. Ya no quiero que pase nunca más. Quiero que se estanque, para siempre, hasta nunca, hasta siempre, en el ruido estrepitoso del silencio.
La noche, creo yo, me anima a dormir.
Sigue como muerta la ciudad: las naves paralelas que se posan al frente como dos torres de ajedrez se me hacen profundas, dormidas, aletargadas; el instante fugaz, amarillo y negro, nunca termina: dura lo que dura la eternidad de un abrir y cerrar de ojos.
 -Tú sabes cómo la vida cambia y nos cambia. Tú sabes, a pesar de tu constancia, que no somos nada: somos un parpadeo, un sueño, un atardecer; somos fuego, incendio, y ceniza y tierra.
 Y ahí la vi, acercándoseme muy despacio, desfilando, volando, por la alfombra del aire. Me tocó con sus labios carnosos de odio y de amor y me dio un besó de seda. Posó sus manos sobre mis hombros y comenzó a acariciarme el cuerpo, moldeándome de nuevo, naciéndome de entre sus dedos.
¿Qué hiciste entonces?¿Qué dédalo suntuoso seguiste por entre el ensortijado vello de mi cuerpo?
No lo sé. No lo sé… ¿Para qué saberlo?
 -Sí, Verónica mía: toda la vida vale la pena, si entre tus manos, tus manos de odio y de amor, de amor y de seda, he de morir.

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jueves, 5 de enero de 2012

Colonización de la noche y el baile bajo la lluvia.


Llevaba esperando la noche de enero 4 de 2012 por años. Decenas de meses aguardando ver en un concierto a mi ídolo Willie Colón. De eso trata este escrito. 
No era más que una cuestión de espera y fruición. Todo era crítico dentro del espectro del tiempo. Las preguntas abundaban y no era el único que aguardaba por finiquitar otra de las tareas de mi vida.
Desde que lo supe en Twitter en diciembre, todos los días intentaba confirmar que aquel rumor sí fuera verdad y que Willie Colón en realidad viniera a Manizales a compartir con nosotros sus grandes canciones. Frente a mí grandes obstáculos. Policías que nunca entienden el español de sus compatriotas y el clima sangrón de Manizales. No quería terminar en un fiasco, aunque no me importaba mojarme y aún menos enfermarme.
Llegamos muy temprano, pues nuestra intención era llegar a estar lo más cerca posible de la tarima para disfrutar de las demostraciones. Esperamos, y aunque ellos se sentaron por un tiempo, me mantuve de pie en los mismos 50cm2 por más de ocho horas y media. No me quería mover. Fue perseverar como cuando era niño. 
La amenaza de lluvia me importunó, pero no fue suficiente para asustarme. Recurrí a usar un sombrero que daba la empresa organizadora del concierto y con ello guardé mi peinado y mi cara del agua. Por suerte, hubo algo de brisa y solo por dos minutos llegó a llover fuerte.
Pasó un ‘cantante’ que invocaba las tragedias ajenas para hacer dinero a costa de ellas. Luego, vino Luis Felipe González. Nunca le había visto y no pensé que fuera a cantar los éxitos de Nelson y sus Estrellas. 
Fue genial. Muchas personas desconocían su música pero yo me sabía todo su cancionero y no dudé en cantarlo a todo pulmón. Un mensaje de alerta a mi garganta para que supiera lo que le esperaba.
Éxitos como La Sirena, El Canto a la Montaña, Payaso me recordaron mi infancia. Los escuchaba por doquier. Luego, llegaron Bailaderos, El Porro, entre otros para finalizar con El Sanjuanero. Excelente presentación. Muy amable y caballero se mostró ante el público que ya abarrotaba la Plaza Bolívar de mi ciudad para presenciar un espectáculo salsero.
La lluvia arribó por primera vez, con cara de brisa larga. 30 minutos. Sin embargo, llegó Wilson Saoko, también conocido como Manyoma a poner la sabrosura y el picante en la tarima. Sólo necesitaba dos canciones y con eso yo tenía. Efectivamente las interpretó: El Preso y Tú Sufrirás. Sin embargo, con él también llegaron grandes clásicos como Los Charcos, Cachondea, El Son del Tren, entre otros y también llevó el duelo de la muerte de Joe Arroyo al escenario y propuso al público que interpretara Tania. Fue un momento mágico. La modestia no es su fuerte, pero él sabe que su carrera también es bien querida en Manizales y en Colombia.
Luego, vino el episodio aburrido y largo de la noche. No los invocaré. Una dupla con nombre de restaurante chino salieron al escenario a cantar sus ‘éxitos’ y otras canciones de El General. Dragón y Caballero duraron unos 45 minutos en tarima. Otros 45 duró el acondicionamiento de la tarima. Fueron los minutos más largos de este joven año.
Finalmente, llegó Willie Colón a la tarima. Primera vez en mi vida que le veía personalmente. Fue un momento único. En lugar de gritar como la mayoría del público, me encerré en mi propio silencio. A guardar y a agradecer por el momento tan esperado. Él llegó muy animado a la tarima. No lo podía creer. Comenzó por sus clásicos, luego Te Conozco Bacalao. Muchas personas gritaban por la efervescencia del encuentro. Sin embargo, pocos conocían la canción.
Willie esperaba que público se exasperara para comenzar a cantar y así callarle expresamente. Su segundo éxito fue la razón por la cual me mantuve a la espera tantos años. IDILIO. Cuando escuché su trombón entonar las melodías de mi canción, mi piel suspiró, mis ojos se humedecieron y un extraño sentimiento se posó en mi mente. Era sublime. El único. No llovía. No había obstáculo entre el trombón y yo. Solo la distancia de la grandeza y mi presencia en medio de un público boyante por verle por primera vez también. No canté. Solamente grité con el sentimiento más puro que pude haber tenido en mi corta vida. Sentía la fuerza de mi voz venir de mis entrañas. Invocaba un mareo, un tejido único de sensaciones en mí. Cuatro minutos de canción que quedarán por siempre en mi memoria.
Luego, se abrió un ambiente navideño en la plaza. Podía ser enero, pero hicimos un ‘flashback’ para recordar el aroma decembrino que recién había terminado. Así también, Aires de Navidad fue coreado por todos nosotros. Willie, también trajo consigo a una hermosa Gitana y los consejos presentes de una Calle Luna, Calle Sol. Preciosas canciones del milenio pasado. Muchos otros éxitos, que se combinaron con el recuerdo de Héctor Lavoe. Un periódico de ayer, un cantante y otras entonaciones en la voz de Willie, nos hizo evocar y tocar levemente al desaparecido Lavoe. Como Manyoma hizo con Joe Arroyo, Willie lo hizo con Lavoe.
Fueron más de ocho horas de la más plácida compañía amistosa y de las canciones con las cuales crecí. Puedo dejar este escrito en mi frente y saber que la noche del cuatro de enero de 2012, como pocas veces en la vida se puede, fui completamente feliz.
 A mis amigos gracias por acompañarme en esta noche memorable. 
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