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lunes, 19 de julio de 2010

La Rutina


En Marzo 2 de 2010, mi ciudad, Manizales, sufrió las secuelas de poseer un mal gobierno, autoritario y más que eso, ciego. Ese día, aunque festivo para mí, se tiñó de malas noticias, puesto que una parte de la población civil perdió la cordura, del mismo modo como lo hizo la gente esa irresponsable y descarada del ESMAD. Temía entonces qué sería de mi transporte, porque éste había sido transformado de la noche a la mañana, sin plan piloto previo y sin otro tipo de precaución. Sólo afiches y publicidad barata hecha por el operador afortunado que le tocó el dedo de las famosas tarjeticas.

Mi rutina en el primer semestre del año pasado consistía en asistir a la Universidad de Manizales, pasar un tiempo allá con conocidos, volver a casa y pasármela en Juan Valdez tomando café con amigos y conocidos. Pero un día, comencé a quejarme por la irremediable rutina que me estaba mandando en ese entonces. Lo cierto es que me quejaba porque mis días carecían de eventualidad, de vida alegre. Parecían todos cortados con un papel mediocre… que ya no daba ni color… ya nada parecía que fuera a sacarme una sonrisa… lo mismo de siempre cada (fucking) día.

El color de la vida pareció irse sin querer al menos despedirse y ella sabiendo cómo me encabrona que alguien no tenga la deferencia de despedirse. Ese tipo de actos sólo se hacen en Twitter y cuando se hacen son siempre bienvenidos. No me gustaba para nada ir a una universidad donde la mayoría de los temas que enseñaban ya estaban mandados a recoger, donde la ordinariez y la pereza eran el común denominador y en pocas palabras no había con qué. Confieso que me dio mucha pereza ser periodista al ver esos profesores al mando de las clases, confieso que quería salir y buscar algo que sí fuera conmigo en el campo periodístico. Sé que no todos los periodistas ejercen su carrera, pero en realidad, no se le ve nada de vocación por conseguir las noticias, por masticar la realidad y analizarla… simplemente se sentaban a dar una clase que a duras penas entendían y trataban de dificultar la vida mía con exámenes que en realidad eran tan relativos y dubitativos como la idea de que ellos fueran buenos profesores.

Como ya lo ven, mi amor por la Universidad de Manizales es casi nulo, pues no encuentro allá un centro académico sino un lugar de paso diario en el cual debo poner en fe de otros mi aprendizaje. Juro que mi laptop me ha enseñado muchísimo más. Por eso, detesto mi rutina. Pero después de estas vacaciones ya la aprecio. No debo ocultar que siento un 0.1% de dicha de volver a ese antro, a ver si se me pasan más rápido las horas, si dejo de pensar tan huevonada, y puedo retomar un ritmo decente. Que mis días no sea únicamente p.m. sino también un poco a.m.

Ese es el lado bueno de la rutina, esperemos que todo se alegre, todo tome forma… y cuando todo tome forma estaré pendiente para querer cambiarlo de la forma más impotente.

Feliz Vida

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