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martes, 13 de julio de 2010

Un retrato en el espejo.


Recuerdo perfectamente la clase de Redacción Básica, con Edith. Creo que en pocas cátedras en mi vida había botado tanto la baba por la academia como lo hacía en esa clase. Probablemente porque era la segunda vez en la vida (Mr. Greicar no se sienta mal) en la cual me había apasionado por aprender realmente, corregir los pensamientos desviados y disfrutar de una buena lectura. El patrón de un colegio mediocre que mandó a no esperar mucho de lo que debía recibir, por eso la clase de Redacción, la única decente de todo el primer semestre en la Universidad de Manizales fue la que me llevó a 'saber' escribir, o al menos con cohesión y concisión.

Al final del primer semestre de 2010, la clase terminaba con el retrato, el cual estádividido en prosopografía y etopeya. Esta vez no me concentraré en prosopografías vacías y reparonas, pues al fin y al cabo lo físico ni me pertenece ni tuvo decisión alguna en mi forma de ser. Me concentro en una etopeya, que aunque suene muy poético no es más que mi aceptación mental. Del que soy yo… Y no hay que mirarse a un espejo para saberlo, igual no sirve de nada. Esto no es un cuento de hadas en el cual una bruja le va a mentir diciéndole cursilerías.

En fin, este post, se cae de su propio peso, porque con lo que yo sé de mi no basta nada. Sólo para saber que estoy aquí escribiendo algo que a nadie le importa tratando de llevar con un estilo de vida que me he dejado imponer. La decisión de mirar y quitar cualquier telaraña que pueda tener en mi día a día asecha completamente cualquier intención de verdad. Pero, ¿qué me gano engañándome? No basta con saber de que tengo miles y miles de problemas que se pueden solucionar con un sí o un no, sino cómo ellos hacen que yo evolucione, como las noticias que tanto me gusta. No me puedo quedar parado. Una de las cosas que más me atosigan en la vida es el afán, el afán de saber qué tiene la vida mientras yo estoy disperso en otras cosas. Quiero saber cómo el mundo afina su paso mientras me tomo un tiempo de paz, pues no puedo relajarme con las dos cosas al mismo tiempo. Ese es un placer que está guardado para el 2016 aproximadamente, cuando cómodamente esté en un set de T.V. Presentando las noticias más importantes del día a toda mi teleaudiencia y mirando de frente a aquellas personas que aprecio aunque yo no pueda verles reaccionar. Esa es mi felicidad. He pensado últimamente que mi vida o mi pasión perderán todo control y todo norte después de presentar un NBC News Special Report. Desde eso, todo tendrá un tinte distinto.

Creo que soy el que más conozco mis facultades pero ni siquiera sé con qué cuento ni cómo se activan esas cosas raras que ni sé como llaman y me hacen reaccionar de distintas formas cada vez que algo me toma por sorpresa o me disgusta. Esas que me sacan la ira diaria. Qué nunca se pudieron adherir a mi estereotipo avanzado de persona. Pero si hay que hacer lo que los otros quieren, ¿por qué los otros no hacen lo que yo quiero? Igual, Pez que nada contra la corriente termina electrocutado y probablemente ese sea mi fin, no con un rayo sino con una alta corriente de desilusiones debida a la alta confianza que mantengo con el mundo. Ese sentido de frustración que congela cada instinto y sólo me deja la pregunta que cualquier preocupado por el pasado que por lo que viene se hace, ¿pero qué hice mal?, ¿en qué fallé?

Este campo no deja para que alguien diga si se hace bien o mal, si se condiciona a los hechos o no. Pero sí da hincapié para asegurar que algo írrito puede ser la causa de un confusión. Es que la vida es como un globo sin continente, el cual se infla y se desinfla de acuerdo al nivel de aire o contenido que tengamos en nuestras mentes, que cambia de posición dependiendo de todo lo que le queramos introducir a su ser y como tal que en sus miles de cambios ocasionará más que una duda. No estoy hecho para la lírica ni sus descarriados pensamientos, creo que me programé (o me programaron si tienes algún culto) para la narrativa de una crónica que desencadena más de un fenómeno y aunque no crea en que el aleteo de una mariposa en la India puede cambiar algo en Barranquilla (lo dudo mucho por más volado que esté) sí puedo estar condenado a la sincronización de los hechos. Pienso que mis acciones alguna cosa van a causar y si no lo hacen… pues como que perdí el tiempo. Malgasto mi tiempo pensando en vainas que ni en la más recóndita de las mentes creo encontrar alguna vez, y cuando raramente lo hago, pienso que me he ganado la lotería, pero la vida me lo ha enseñado, no hay dicha completa y es casi un intento fallido celebrar algo que se va tan rápido. Por eso me toca bajar la cabeza y pensar siempre que es mejor malo conocido que bueno por conocer. Eso sí, yo soy mi único conocido, porque hasta el sol de hoy no he logrado penetrar ninguna vida (con excepción de mi familia) para un momento de filosofía aplicada. En fin, pues todos somos así.

Pero, ¡NO!, ¡NO! y ¡NO!, no seré otro conformista de esos que dicen perder importancia en las cosas. De esos cobardes o perezosos que no le ponen nada al tiempo en el que viven y prefieren cambiar la página y dejan que la bola de nieve de sus problemas se acomode y les deje reprimir hasta que en el momento de la implosión los menos indicados deban recibir los resultados y los productos de aquellos descontroles. Por eso es mejor ser borrascoso y sentir las cosas como son a ser un manso que deja que todo le pase igual, un mismo tono, donde la música brilla por su ausencia. Donde no hay que esperar una presión de algo para poder sacar palabras que son meramente un cuadro sistemático y que no dicen más que el cumplimiento para no desordenar en lo más mínimo un orden falso de las cosas y huir de una pesadilla que en cualquier momento se puede cumplir. Pero lo más importante es que no quiero caer en la trampa de una ilusión mental que debo cumplir al pie de la letra para sentirme bien, de algo que me esclaviza, que es como la droga que me aboga la vida. Las cosas son como son y ‘no hay poder humano’ que las pueda cambiar, por eso quienes piensan que las cosas son tan fáciles como suenan en este holograma, creo que están bien equivocados. No hay nada más que padecimientos de diferente índole, que son siempre compartidos a la deriva sin dueño alguno y que son siempre callados por un ¿qué dirán? O ¿con qué derecho les molesto?

En fin, esta fue una pequeña etopeya en la que me critico varias veces y me alabo por ser tan realista en un lugar en el cual ni siquiera hay realidad. Donde apelamos a diferentes mecanismo para ser felices y debemos aparecer como fantasmas de verano o gárgolas, por ahí con cualquier fragmento coherente de palabras en la vida de los otros para que ellos no nos olviden ya que la trascendencia que tenemos en ellos es baja. Hay quienes no quieren trascender y se apegan a una ‘realidad’ de comentarios bonitos y otros que si quieren sacar los máximo y quieren explorar todas las facetas de alguien, porque al fin y al cabo, junto al tiempo se llega a conocer a alguien y a valorar las cosas que por uno hace y puede llegar a hacer y no las palabras con las que conquista cualquier mente confiada cree haber ganado el cielo. Lo único que digo para terminar es que hay que ir más allá de las palabras y de la misma intención. Como dice el dicho popular, amigo es únicamente aquél que ve la tristeza y el dolor inclusive cuando estás fastidiando a los otros. Por dios, sociedad, entienda que el patetismo no paga, deserte si sufre por éste.

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